Luna Meriño: Óleo, internet y otros intereses
Por Matías Quiroga
Cuando recibí la invitación de Ediciones PONT para entrevistar a Luna Meriño pensé inmediatamente en nuestro primer encuentro hace un año en la Feria de oficios Catarsis en Franklin. Conversamos a la rápida sobre el internet y su influencia en esos cuadros y prints con mujeres asiáticas en situaciones absurdas.
Poco tiempo después conocí su taller en Rebeca Matte 18, una casona en plena reconstrucción que se mantenía bien parada pese a sus años. Algunos apuntes de la visita: “En el taller cuelgan algunas de las pinturas que están publicadas en su perfil de Instagram y otras inéditas, que nunca publicó ni publicará. Algunos proyectos en desarrollo, la mayoría en el suelo. Hablamos en una amplia terraza que antes correspondía a la extensión de una de las habitaciones. Luna me dice que aunque ya la han entrevistado antes se pone nerviosa cuando tiene que responder preguntas. Fuma bastante. Pese al poco tiempo que lleva pintando ha desarrollado un trazo reconocible”.
Después de esa primera entrevista, impulsada solo por motivaciones personales, Luna Meriño dejó su taller y ha estado pintando menos, mucho menos. Por lo mismo, tomó clases de pintura en la universidad, que la han forzado a recuperar el hábito. Intenta pintar a diario, o, al menos, más seguido. En un momento, dejar la pintura se convirtió en parte de un engranaje, según explica. “Estar sin taller y cambiarme de casa significó una pausa de un mes. Estuve cerrando el año en la u también. Pensé que sería mejor volver a pintar en el verano, pero si quería pintar quería que fuera muy, muy bueno, porque hace mucho no hacía algo”.
Desde PONT se determina un pie forzado: procesos y bloqueos creativos. Luna vuelve a temas frecuentes como su primera aproximación a la pintura al óleo en un taller de seis meses con Antonia Teillery, y la cultura de los memes y las girly things. Usa un montón de frases en inglés que por suerte logro entender. Quedamos en vernos pronto, pero se tramita un par de semanas.
Nos juntamos en un departamento ubicado en pleno Barrio Lastarria donde vive hace un tiempo. Afuera circula un montón de gente y los vendedores de ropa tienen tomadas las veredas. Algunos pasan reclamando, pero la mayoría inclina su cabeza hacia el suelo buscando alguna prenda u objeto que les llame la atención. Un caballero ofrece sopaipillas a gritos.
Aunque los ramos de la universidad la han ayudado a retomar la pintura desde el inicio del año académico, su producción ha disminuido: “Lo que antes aprovechaba de las redes sociales para ‘meterme en la máquina’ y producir fue lo mismo que me bloqueó. Me empecé a preguntar: ¿qué pasa si la subo y ya no tiene alcance?, ¿debería cambiar lo que estoy haciendo? Al principio me hizo bien, pero ahora me está frustrando”. Estuvo mucho tiempo en lo que ahora llama un “descanso forzado”. “El internet está yendo muy rápido”, menciona.
—En el taller de Rebeca Matte trabajé como nunca, porque la estaba pasando como nunca de mal. Muchas veces estar bien significa dejar de crear. ¿Cómo lograr el balance para no tener que estar pasándola pésimo para comenzar a crear?
—La verdad no lo sé.
—No quiero que se sienta como oversharing de mi parte.
—Está bien.
¿Por qué estudiar arte?
Nunca me propuse estudiar arte. Hice casi un año en el ciclo básico de la Universidad de Chile mientras terminaba cuarto medio, pero tuve una experiencia penca y me salí antes. Tenía dieciséis. Era súper exigente. En invierno nos perdíamos clases porque se llovían las salas. El 2022 en la UNIACC estaban dando una beca por talento para entrar sin PSU, postulé y quedé. A mitad del primer año caché que me podía cambiar de universidad y entré en segundo año a la (Universidad) Católica. Pero en realidad partí el año pasado, porque entré a mitad del segundo semestre, había ramos que me convalidaron, otros que no, otros que se estaban evaluando, entonces era un atado y partí casi de cero el 2024, por eso estoy súper atrasada.
¿Y cómo ha sido tu experiencia?
Aprendí a pintar en óleo en 2023, a mitad de año. Empecé a pintar, a vender, a estar en exposiciones al tiro, fue todo muy rápido, todo esto antes de entrar a la Católica. Arrendé un taller y, como sabía que iba a estar pintando todos los días, quería usar la universidad para explorar otras cosas, por ejemplo, la escultura, que solo puedes lograrla con materiales que te entrega la u. Ahora que aprendí a soldar, por ejemplo, si quiero montar una pintura en un marco de fierro puedo hacerlo.
Te da independencia
Totalmente. Cuando uno aprende una nueva técnica se abren muchas puertas.
Tu pintura se empezó a mover mucho por la cultura del meme, lo pop o el concepto bastante amplio de las girly things
No fue algo muy planeado. Tomé un ramo con Antonia Teillery en primer año en la UNIACC, yo nunca había pintado con óleo y ella nos enseñó a usarlo y me gustó caleta. En esa u solo te pasan pintura en el primer año, entonces cuando ella hizo un taller particular me metí. Me dijo “mañana trae tres imágenes que te gustaría pintar” y lo primero que hice fue meterme a Pinterest. Como en ese tiempo tenía una página de memes siempre estaba metida, tenía una curatoría muy específica del tipo de imágenes que me gustaba para hacer memes. Cuando elegí las imágenes lo pensé como un ejercicio, porque se veían entretenidas, quería pasarla bien pintando, en verdad. Fueron imágenes muy random que elegí para ver si funcionaba.
Pero terminó siendo un modo de quitar la formalidad a lo que es el óleo
Cuando ya llevaba semanas y semanas trabajando en una misma pintura me encontré con lo absurdo que era estar trabajando tanto con un material tan noble, tan antiguo, tradicional para pintar una imagen de dos niñas pegándole a un tipo en la calle, una foto en muy mala calidad. Me hacía clic el usar el material más primario y tradicional para pintar la imagen más estúpida del internet.
Norman fucking rockwell
Estudio en paleta zorn
Óleo sobre tela
30x30
De ahí se empezó a armar cierto hype en mi gente más cercana, que sabían que tenía la página de memes, y veían que esos mundos estaban colindando. Mi creación de memes con mi creación de pinturas sobre memes, no sé, seguí esa línea más o menos. En elegir una imagen me demoraba dos o tres minutos.
¿Y en pintarla?
Ahí está la cosa. Anteriormente las pinturas al óleo renacentistas tomaban horas solo en elegir una pose, armar bocetos, buscar la luz perfecta. Esto era llegar y elegir y hacer: dos semanas. Puede ser o más o puede ser menos.
Del meme a la pintura y de la pintura al meme
¿Cómo esta temática te abre las puertas a exposiciones?
Cuando subía una pintura la gente no la compartía porque dijera “wow, que buena pintura”, sino porque era como quien comparte un meme, un meme pintado. Hice una pintura de un mono con cara triste y audífonos en la micro y terminó como en cinco páginas de memes. Le ponían texto encima, ¡a la pintura! Era como fusionar todo. Muy entretenido.
Mono en el bondi camino a la u escuchando macha y el bloque depresivo - la carretera
La primera exposición que tuve fue en HISTERYA COLECTIVA, el 2023. Llevaba tres meses pintando y tres pinturas, que eran las primeras tres que me encargó la Antonia. Me dijeron que el evento sería en un mes y que lo ideal era tener nueve pinturas. Dije que obvio, y pinté todo el día, todos los días para hacer seis más. Todo en la misma línea y la misma medida, como si fuera el explorador de Instagram. De hecho, sigo pintando en cuadrado, no conozco otro formato, se me hace extraño. Ahí llegaron compradores y me hablaron de galerías y otros eventos.
¿Qué les llamaba la atención?
El contenido, que sea al óleo, que no tenga ningún porqué. Usualmente vas a cualquier galería y las pinturas tienen un trasfondo, toda una cuestión pensada, sea figurativo o abstracto. Es lo absurdo del tema, creo. Después empecé a añadir los textos encima y agarró otro valor, porque ya no era la imagen sola, era el meme completo, completado.
¿A veces existe un proceso más depurado en el que trabajas mucho más una obra?
Sí, pero no tanto. Yo empecé a pintar por gusto. Nunca quise exponer o ser conocida por algo. Lo que más me interesa es usar técnicas del óleo como esfumato, veladura, cosas más tradicionalistas, pero con contenidos contemporáneos o pop.
¿Cómo era tu sistema de trabajo en ese entonces?
Empecé a comprar bastidores, después trabajé con formatos más grandes y se empezó a ir todo. Ahí llegaron muchos seguidores. El subir una historia a Instagram que diga “disponible” y a la media hora “vendido” la gente lo toma en serio. Dicen “si alguien lo compró es porque es bueno”. Me ha comprado gente media famosilla y suben su cuadro etiquetándome y así también llega gente.
Estuviste en Galería Animita, en un conversatorio con el colectivo TAP
Fue un conversatorio de un proyecto de cabros de la (Universidad de) Chile donde se juntan a hablar del arte pop en nuestra generación, donde el humor es un lenguaje compartido, como lo de las girly things, por ejemplo, que de partida tiene una cuestión de entender el inglés, del humor de una generación que primero estuvo en Tumblr a los trece o catorce años y que luego entró a Instagram, en el que el humor es desde lo más absurdo hasta lo más depresivo. Estas imágenes de un conejito con un texto encima que dice “que alguien me mate por favor”. Pero es un conejito, así que es chistoso. Es el humor de una generación que está profundamente deprimida y ansiosa.
“No me atrevo a pintar últimamente”
Luna Meriño tiene un parche en su dedo por una herida reciente. “Me lo taladrié, la punta estaba pésima, muy rotada, y se me salió del tornillo mientras trabajaba con un fierro muy culiao’. Estaba en una posición muy mala, la verdad”, me explica entre risas.
Varios cuadros cuelgan de las altas paredes del departamento, entre ellos, uno de Luna Meriño. Observo detenidamente una escultura similar a las raíces de un árbol encima de un largo mueble. “Mi mamá hasta el día de hoy hace esculturas, de hecho esa es de ella. Su familia fue exiliada política, se fue cuando tenía un año. Cuando volvió a Chile estudió diseño pero no terminó. Siempre fue buena para pintar, para armar muebles, hacía collage, escultura. Es escritora y trabaja como editora”. Su papá es actor y guionista. Se conocieron en una obra de teatro en la que su mamá hizo de intérprete para el director, que era alemán.
¿Qué hacían los domingos?
Íbamos a museos o a parques. En la casa nos hacían pintar; somos tres hermanos.
En PONT están muy interesados en los procesos creativos. En tu caso pienso en la sobreproducción de contenido en línea y en una saturación de la imagen, de tus referencias. ¿Hay agotamiento en este proceso?
En verano pasaron muchas cosas en mi vida: muchos cambios, muchas cosas nuevas y mi saturación fue general con las redes sociales. Mi página de memes dejó de existir, dejé de subir cosas a mi Instagram personal, dejé de estar en el circuito que me permitía estar constantemente creando. Además, la creación siempre viene de una especie de exorcismo: “estoy sintiendo tantas cosas y quiero, de alguna manera, sacarlas, traspasarlas y transformarlas”, pero todo ese proceso era muy interno, no tenía ganas de estar expuesta.
En un momento dejé de pintar y empecé a sentir como que, “pucha, voy a desaparecer”. Pero no iba a haber gente pendiente de mí ni de mis procesos y fue reconfortante por un momento, hasta que dejó de serlo y empezó a ser una cárcel. Si quería pintar quería que fuera muy, muy bueno, porque hace mucho no hacía algo. Quería que fuera un comeback, lo que antes no sentía, simplemente pintaba, era parte de mí, de mi rutina. Entonces empezó esa presión que uno se impone. Empezar a pensar “creo que no soy tan buena”, “si fuera buena estaría constantemente haciendo, tendría una rutina, tendría una necesidad de hacerlo”, y no la estaba teniendo, entonces quizás ni siquiera me gustaba tanto. Cuando empecé a pintar hubo muchos estímulos externos, querían ver más, y yo estaba feliz. Después conseguí el taller en Rebeca Matte pero no me salieron muchas cosas. Estaba a mi tiempo, a mi ritmo. Pinté como tres cuadros estando allá. Hubo uno que intenté hacer, que quería postular eventualmente. Lo hice de 90x90 y fue un desafío porque no tenía deadline.
¿Qué pasó con esa obra?
Está por ahí tirada. Era para mí, para hacer algo que me gustara y que podría subir y que le iría muy bien. Era una foto de Lindsay Lohan con flash, hecha mierda, con un texto en azul que ya ni siquiera me acuerdo qué decía. Era buena, quería mucho que me saliera, y estuve mucho rato trabajándola. Me pasó con dos pinturas de ese tipo estando en el taller: no me lo pedía nadie, no había fecha de entrega, solo quería que quedara bacán, subirla y que a todo el mundo le gustara, y sentir que estaba aprovechando mi tiempo en el taller y las ganas que tenía. Pero las terminé odiando. Nunca las subí, nunca las terminé como me hubiera gustado. Las veo y es un reflejo de lo que no puedo lograr si no me están exigiendo algo.
Lo último que hice fue para Arte Espacio. La terminé y al otro día tenía que entregar el taller. Logré pintar algo súper grande que me gustó como quedó, le fue bien, se vendió a un precio que yo nunca me hubiera imaginado que lo iba a vender. Ahí empezó toda esta cuestión de “la gente se quedó con esto, ¿cómo hago hago algo que lo supere?”. Estar un poco en la mira de la gente del mundillo me ayudaba a motivarme, a tirar muy pa’rriba o me paralizaba. Y me paralizó.
Cumplir 13
120 x 120 cm
Óleo sobre tela.
¿Cuánto tiempo estuviste sin pintar?
Desde octubre hasta ahora.
¿Y por qué retomarlo?
Por estar en taller de pintura en la u, donde te piden una pintura todas las semanas. Acá tengo montado un taller con la lona y todo, para pintar si quiero. Un mini taller, por decirlo así. Antes nunca lo monté porque no era como quería que fuera. Si no tienes mucho autoestima de artista necesitas muchos factores externos que te permitan crear, muy “estar a la espera de que estén todas las condiciones para hacerlo”, pero al final es un autoengaño. No me atrevo a pintar últimamente.
¿Qué te da miedo?
No encontrar la satisfacción que encontraba antes. ¿Qué pasa si aparezco y me va bacán y después desaparezco de nuevo? Es mucho más cómodo “no estar”. Me acuerdo que antes de año nuevo dije “ya, no puedo terminar el año sin haber hecho por lo menos una pintura más”. Me compré caleta de cosas, armé aquí abajo una especie de taller y empecé una pintura. Llegaba, abría la puerta y lo primero que miraba era todo montado para comenzar a pintar, y luego para continuar la pintura, y era abrumador. Ahí empecé a postular para empezar a sentir de nuevo la sensación del deadline, del encargo. Pero empezó a darme cosa postular. Si no quedaba, ¿cómo iba a afectarme eso, si es que ya estaba un poco estancada? Postulé solamente a una cosa y no quedé. En las demás me perdí el tiempo de postulación, un poco a propósito.
Intento arrancar las hojas con mis apuntes de la libreta recién prestada, nueva, pero es muy mala idea. Ni los corchetes ni el papel aguantarían un tirón. “Llévatela, después me la devuelves”, me dice Luna, consciente de que es algo que no ocurrirá.
Solo para cerrar, ¿cuántos cigarros te has fumado?
¿Ahora mismo? Tres.
¿Por qué le interesas a PONT?
Porque hago algo distinto, me imagino.